8 horas entre flores e Historia: ruta por el Valle de Caderechas, Oña y Frías (Burgos)

La llegada de la primavera, y con ella la floración de los cerezos, invita a visitar el Valle de Caderechas, en Burgos, y las cercanas poblaciones de Oña y Frías, en una ruta, salpicada de flores e Historia, que puede completarse en ocho horas.

valle de caderechas

¡Salid a encontrarla
por esos caminos!
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Gabriela Mistral

Haciendo caso a la escritora chilena, un soleado domingo de mediados de abril emprendimos ruta hacia el Valle de Caderechas, Oña y Frías, en el Norte de Burgos.

#1 De Terminón hasta Huéspeda: 13 kilómetros floridos

Terminón fue el punto de inicio de la primera etapa de la ruta, apenas 13 kilómetros de muy buena carretera por el Valle de Caderechas, al noroeste de la comarca de La Bureba, en la provincia de Burgos (España).

Una especie de oasis lleno de verdor en la meseta cerealística de Castilla-León, que en primavera se convierte en uno de los pocos lugares de la Península donde contemplar la floración de los cerezos, más allá del archiconocido Valle del Jerte (Cáceres). Con el añadido de que, para los que vivimos en el Norte, está mucho más cerca.

La calidad de la fruta en Caderechas viene de antiguo. En el cercano Monasterio de San Salvador de Oña (al que llegaremos si sigues leyendo este post), se conservan referencias a la producción de manzanas y cerezas que se remontan al año 1032. Hoy, los productores de la zona se han agrupado bajo el paraguas de sendas Marcas de Garantía, concedidas por el Instituto Tecnológico Agrario de la Junta de Castilla y León, una para las cerezas y otra para las manzanas reinetas.

Valle de Caderechas

La ruta que sugiero comienza exactamente en un cruce de caminos junto a la iglesia románica de Terminón. Aunque quede poco del original, el pequeño tempo invita a parar un momento, respirar, y preparar el cuerpo y la mente para vivir la experiencia de este valle, todo tranquilidad y sosiego.

Iglesia de Terminón. Valle de Caderechas

Siguiendo la carretera que va a Aguas Cándidas, cruzaremos los pueblos de Bentretea, Cantabrana, Quintanaopio y Madrid de las Caderechas, hasta llegar a Huéspeda, el lugar con más encanto del trayecto. Un balcón natural sobre el valle, orientado al sur y sembrado de pequeños huertos con cientos de cerezos y manzanos, su cara norte está protegida por un enorme macizo que hace de frontera natural con el Páramo de Masa. El minúsculo Huéspeda ofrece una espectacular panorámica, especialmente en un día despejado como el que tuvimos, sobre el tupido tapiz verde intenso que cubre toda la depresión del Valle de Caderechas.

huespeda

El Valle de Caderechas, circundado por tres grandes formaciones geológicas (La Lora, los Montes Obarenses y La Bureba), se beneficia de un microclima con suaves temperaturas, responsables de la fertilidad de sus frutales.

Con una floración más tardía que en otras zonas de España, los cientos de miles de árboles de Caderechas florecen en algún momento entre marzo y abril, siempre dependiendo de lo benignas que sean las condiciones climatológicas. Nosotros llegamos tarde (parece que este año 2017 se adelantó el proceso) y la flor de muchos cerezos empezaba ya a amarillear y a desprenderse de las ramas para dar lugar al sabroso y preciado fruto. La belleza es así de efímera. Flor de un día.

flores manzano

Nota de la autora: la mayor parte de las fotografías son de manzanos de variedad reineta, no cerezos, porque su floración es posterior.

manzanos flor

#2 Oña y su Jardín Secreto

Dejamos los cerezos atrás (quizá volvamos cuando madure su fruto 🍒) y nos dirigimos a la cercana localidad de Oña, situada a menos de cinco kilómetros de Terminón.

En Oña, tras reponer fuerzas y callejear por la sombra en la sobremesa, nos aventuramos en el Monasterio de San Salvador y su iglesia abacial. El complejo es una auténtica lección de historia del arte, porque en él se conservan vestigios de estilos que van de la época romana al mudéjar.

Fundado en 1011 por el conde castellano Sancho García para su hija Tigridia, sufrió la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX y ha sido también colegio y centro psiquiátrico.

Claustro del Monasterio de San Salvador. Oña

La visita da para mucho, pero personalmente, me quedo con los frescos de estilo gótico que cuentan la vida de Santa María Egipciaca (en la pared de la derecha de la iglesia), con una intención más que moralizante: la joven llevó una vida licenciosa antes de convertirse en una asceta. O con el claustro, otra joya gótica cuya riqueza radica en la profusa decoración, poco usual.

Monasterio de San Salvador. Oña

claustro oña 3

Pero sobre todo su peculiar Jardín Secreto, pese a que los historiadores del arte se sentirán defraudados por mi elección.

Las dependencias del Monasterio de San Salvador, hoy en proceso de rehabilitación, al menos en parte, constaban de jardines, huertos y piscifactorías que proveían a la comunidad de monjes benedictinos de todo lo necesario para su vida de recogimiento.

Monasterio de San Salvador. Oña. Jardines Benedictinos

Pero los jardines de Oña, además de ayudarnos a entender cómo era la vida monástica y a disfrutar del conjunto de estanques del siglo XVI, tienen el encanto de mezclar la decadencia con la irreverencia del arte contemporáneo, una combinación que siempre me ha fascinado.

El Jardín Secreto es en realidad una meritoria iniciativa de la Fundación Milenario San Salvador de Oña y el Ayuntamiento de la villa, que han reunido a artistas de distintas disciplinas para crear e intervenir en el espacio de los jardines. La colección es desigual, con piezas de distinto valor e interés, pero todas juntas crean una atmósfera especial en el recinto, arropadas por la vegetación y el agua de los estanques. Ruinas y graffiti juntos suelen dar buen resultado.

Jardín Secreto. Oña

Jardín Secreto. Oña

Jardín Secreto. Oña

Jardín Secreto. Oña

Jardín Secreto. Oña

#3 La Bureba desde el Portillo de Busto y Frías

Queríamos visitar Frías en nuestro viaje express, así que pusimos rumbo a la villa medieval a media tarde. Por error, tomamos la N-232 que nos había llevado hasta Oña, aunque después descubrimos que hay rutas más cortas (por Penches y Barcina de los Montes o por la BU-504). Tardamos más tiempo en llegar, pero como contrapartida pudimos contemplar los extensos campos cerealísticos de La Bureba desde el Portillo de Busto (a 1.000 metros de altitud), que ofrece una panorámica espléndida de la comarca burgalesa.

Aunque estaba en nuestra ruta, pasamos de largo los saltos de Tobera, porque la hilera de coches apelotonada en el arcén de la carretera hacía presagiar que una multitud de visitantes listos para sus selfies nos robaría la paz del lugar.

En Frías nos esperaba otro gentío, pero, pese a estar plagado de turistas aprovechando la Semana Santa, pudimos disfrutar de la que tiene el honor de ser la ciudad más pequeña de España.

Encaramado sobre el cerro de La Muela, el pueblo (o ciudad) es uno de esos lugares en los que, si logras abstraerte de la multitud o lo visitas en temporada baja, parece que el tiempo se ha congelado. Sus callejuelas empinadas, unas vistas espléndidas desde cualquier punto, las casas colgantes que nada tienen que envidiar a las de Cuenca, su castillo o las huellas de una comunidad judía nos retrotraen a un pasado estratégico y guerrero.

Frías

Punto clave de paso entre la meseta y el norte cantábrico, en el perfil de Frías sobresale su fortaleza, uno de los castillos roqueros más espectaculares de Castilla-León. Y en él, destaca la torre del homenaje que, a falta de enemigos que la cerquen, cumple hoy la función de hermosa atalaya desde la que extasiarse con el paisaje. No hace falta mucha imaginación para cerrar los ojos y fantasear con doncellas, nobles y tropas enemigas al asalto.

Frías

Aunque la fábrica original data de finales del siglo XII y principios del XII, el complejo ha experimentado sucesivas remodelaciones. Pese a ello, conserva el encanto que le dan el foso, el patio de armas o las saeteras.

castillo frias exin

Prolongamos la visita a Frías caminando hacia el extremo al castillo hasta llegar a la iglesia de San Vicente, para continuar descendiendo, entre calles, mientras caía el sol. Y así terminaba nuestra ruta. Ocho horas salpicadas de flores y piedras por el Valle de Caderechas, Oña y Frías.

frias

frias mas calle

Nota de la autora:

Si la poesía primaveral de Gabriela Mistral abría este post, he elegido a Gloria Fuertes para cerrarlo, precisamente en el año en que se conmemora el centenario de su nacimiento.

“Eres tan cursi hija
que no hay por dónde cogerte.
Hasta en febrero cuando estás desnuda eres cursi,
adornada de odas y vergeles no digamos.
Primavera,
más que cantarte te han hecho la viñeta ciertos poetas sin agua;
pero a pesar de todo te defiendo,
porque haces retoñar ese geranio,
que se me seca siempre en el invierno”

Gloria Fuertes

Hecho con Padlet
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Violeta González Bermúdez

Periodista especializa en innovación y tendencias, con más de 20 años de experiencia en comunicación. Fundadora de Ultravioleta, una social media boutique. ¿Quieres trabajar conmigo? Mira las soluciones que ofrezco.

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