Este no es un recorrido al uso por Barcelona. No pretende serlo tampoco. Es un viaje personal de dos días y medio por una de las pocas ciudades a las que siempre anhelo volver. La he visitado en muchas ocasiones y siempre me deslumbra. Siempre hallo en ella motivos de inspiración, motivos para el aborrecimiento, una belleza mediterránea y carnal que me cautiva una y otra vez. Esto es solo una colección de instantáneas de una ciudad que siempre encuentro transformada y que sigue siendo como toda la vida. Una ciudad que amo, Barcelona.
Barcelona es una ciudad que siempre mi inspira, porque por esa frontera imaginaria con el resto del mundo llegan las tendencias a nuestro país antes que a otros sitios. Fotografié este cartel de Nike en pleno Paseo de Gracia porque en Barcelona, tan multicultural y tan atractiva para tantos ciudadanos del mundo que la han elegido para vivir o turistear, ya se ven señales del activismo de las marcas. Así no olvidaré escribir sobre esta tendencia en el blog.
No sólo las marcas son activistas en Barcelona. En la ciudad, dirigida ahora por una alcaldesa de Barcelona en Comú, Ada Colau, que antes fue activista social y política del movimiento de los afectados por las hipotecas, se respira un aire contestatario menos marketiniano y más ciudadano. Un viento que se cuela por las calles y va dejando a su paso huertos urbanos comunitarios muy cerca del Ensanche, como el de la fotografía, o restaurantes como Mescladís, una iniciativa de economía solidaria que ha aprovechado el espacio de un parque público en Ciutat Vella para instalar un restaurante-escuela con terraza atendido por personas inmigrantes en riesgo de exclusión.
La otra cara del activismo barcelonés la monopoliza en estos momentos el independentismo. Por primera vez en mis paseos por Barcelona veo tantos balcones luciendo sus esteladas. Junto al Mercat del Born, un espléndido edificio de la arquitectura del hierro hoy convertido en centro de cultura y memoria, no pudimos resistirnos (en realidad yo no pude) a hacernos un selfie con bandera.
La Barcelona más catalanista choca con el aluvión de turistas que han tomado las calles, las plazas, los comercios… Son millones. De lujo y low cost. Como estas chicas de origen asiático que tecleaban incansables, no sabemos el qué ni a quien, tumbadas relajadamente sobre los puf expuestos en la cadena japonesa Muji. Barcelona es un destino que da mucho juego a los turistas 2.0.
Como viajera 2.0 que soy yo misma, aproveché la visita al Museo del Diseño de Barcelona, un edificio nada atractivo que afea el entorno donde está la fantástica Torre Agbar, para anotarme otro selfie y hacer buena la expresión “Se admite pulpo como animal de compañía”.
Nota: la web del museo dice que el edificio es obra del equipo de arquitectos MBM (Martorell, Bohigas, Mackay, Capdevila y Gual).
Aprovecho la bromita tan poco ingeniosa para recomendar la exposición “Tapas. Spanish Design Food” que puede verse en este centro cultural. Un recorrido que explora con acierto la interacción entre el diseño y la gastronomía en nuestro país. En la segunda disciplina somos líderes y en la primera podríamos serlo si confiáramos más en los buenos diseñadores. Que los hay. De las 250 piezas que componen la muestra, elijo esta por su enorme utilidad: una servilleta-babero para adultos torpes que siempre se manchan.
Y ya que he mencionado la Torre Agbar, uno de mis edificios favoritos de Barcelona, incluyo una imagen de él tomada en un día gris y lluvioso, algo nada frecuente en la ciudad condal.
Siguiendo con los edificios de Barcelona, la estrella es sin duda la Sagrada Familia, la obra de Gaudí que particularmente menos me gusta (que me perdonen los expertos). Para evitar verla asediada por otro batallón de turistas 2.0, miré al cielo, y me encontré con esta imagen, que irónicamente he titulado “Sagradas Familias”. La oficial, y la que representan las grúas en la España de la post burbuja inmobiliaria. No me lo tengáis en cuenta.
Para ir cerrando este recorrido personalísimo e intransferible, dos instantáneas de cosas muy mías. González & Co me servirá si algún día si decido cambiar de marca y dejo atrás Ultravioleta. El botellón estaba en La Festival, una tienda de vinos hípster en el barrio de Gracia que me encantó. Las bebidas no estaban clasificadas por origen, ni por precio, ni nada por el estilo, sino agrupadas en función del momento más apropiado para tomarlas. Una celebración especial, el momento de relax diario…. Un caso de éxito en storytelling de marca.
La Barcelona más teatral también tuvo su hueco en nuestro recorrido. Aunque no asistimos a ninguna representación (ahora me arrepiento porque siempre fueron de los mejores teatreros), me queda el recuerdo de la entrada al Teatro Coliseum, donde estaba en cartel La Cubana, que tantos buenos momentos me ha hecho pasar.
Barcelona está llena de rincones especiales. A veces malolientes y sucios, como todas las ciudades, pero te olvidas de ellos porque prevalece la luz y una vida que resurge con fuerza de la basura. Es la primera vez que recorro Barcelona después de la crisis y la he visto más cambiada que nunca, con aspecto de señora madura cansada y avejentada que cubre sus miserias con maquillaje barato. Una señora a la que le duelen los huesos por la humedad y que, pese a todo, trata de recomponerse para no perder la dignidad ni los últimos restos del esplendor pasado.
Barcelona es distinta cada vez que la visito y es la misma ciudad de siempre. Una ciudad llena de gracia. Por eso me gusta tanto volver.
Nota de la autora: sirva este post como cuaderno de notas del viaje a Barcelona que hice del 31 de marzo al 2 de abril de 2017.
Violeta González Bermúdez
Periodista especializa en innovación y tendencias, con más de 20 años de experiencia en comunicación. Fundadora de Ultravioleta, una social media boutique. ¿Quieres trabajar conmigo? Mira las soluciones que ofrezco.
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